REFLEXIÓN

Huellas en mi Camino

viernes, 2 de agosto de 2013

MAESTRA, MADRE.

MAESTRA, MADRE.
Maritza era una maestra que nunca se rendía. Las compañeras solían llamarla “Salvadora de las causas perdidas”, pues siempre pedía que le dieran a los alumnos más imposibles y problemáticos una oportunidad.
Un día me conto como le había impresionado oír la historia de aquel prior que mando a construir en su monasterio una habitación luminosa, frente a un paisaje de ensueño, donde eran llevados los monjes que se encontraban tristes o deprimidos por las faltas cometidas. Esa habitación estaba decorada únicamente con unos carteles que tenían grabados en letras grandes estas palabras: TE AMO TAL COMO ERES. En esa habitación quedaba prohibido cualquier pensamiento o tema de meditación fuera de este: “Dios me ama infinitamente tiernamente. Dios me ama tal como soy”
Maritza me decía que si Dios nos amaba siempre sin condiciones, como éramos, ella trataba de hacer lo mismo con sus alumnos. Te quiero como eres”, solía decirles y a base de paciencia, cariño y dejando en sus manos pequeñas y crecientes responsabilidades, les iba demostrando su afecto y fe en ellos.
Un día recibió una invitación de un antiguo alumno, Víctor que le rogaba insistentemente que fuera a su graduación “Espero mamá que se acuerde de mí. Yo era aquel muchacho terrible a quien iban a botar de la escuela y usted me acepto en su salón y me dio otra oportunidad”.
Se acordó Maritza que Víctor solía llamarle “mamá” siempre que se encontraba con ella en el patio o en la calle, cuando ya no era su maestra. Pensó que, si ahora volvía a llamarla así en su invitación era simplemente para que se recordara quien era.
Víctor había sido elegido por sus compañeros para decir unas palabras:
--Quiero compartir la alegría de este día con todos ustedes, pero especialmente con mis dos mamás. Si no se sorprendan, tengo dos mamás a las que quiero mucho y ambas me han hecho extraordinario regalo de estar hoy aquí conmigo. Mamá Esperanza me dio la vida corporal, dejo su juventud fregando pisos y lavando ropa para que yo creciera sano y fuerte. La quiero con toda mi alma y a ella le debo la vida. Mamá Maritza, mi maestra me dio a luz como persona, me pario a una vida con sentido, alimento mi corazón, creyó en mi mucho más de lo que yo creía en mi mismo y por eso estoy aquí. Sin ella, posiblemente hubiera sido un vago, un malandro y Dios sabe dónde estaría en estos momentos. Por ello, quiero que oiga delante de todos ustedes que si yo la llamaba y llamare “mamá” no era por juego, sino porque así la considero. Ahora comprenden por que comencé diciendo que tengo dos mamás.
“Desde la más tierna infancia la principal motivación de nuestras actitudes sociales no es el deseo de ser amado, ni tampoco el ansia de amar, sino el miedo a dejar de ser amado por quienes más cuentan para nosotros” Fernando Savater.

Tomado del libro “EDUCAR VALORES Y EL VALOR DE EDUCAR (PARABOLAS)
De: ANTONIO PÉREZ ESCLARIN