REFLEXIÓN

Huellas en mi Camino

lunes, 8 de agosto de 2016

PANTALONES MOJADOS


Un niño de nueve años está ubicado en su pupitre y, de repente, hay un charco a sus pies y la parte de adelante de sus pantalones esta mojada. Piensa que su corazón se va a detener porque no puede imaginarse cómo ésto pudo haber sucedido.
Nunca antes le había pasado. Y sabe que cuando los niños se den cuenta no habrá final. Cuando las niñas se den cuenta, no volverán a hablarle mientras viva.
El niño piensa que su corazón se va a detener; agacha la cabeza y dice esta oración:
“¡Querido Dios, esta es una emergencia! ¡Necesito tu ayuda ahora! ¡Dentro de cinco minutos estoy muerto!”
Al levantar la cabeza después de su oración ve venir a la maestra con una mirada que dice que ha sido descubierto. Mientras la profesora camina hacia él, una compañera de nombre Susie va cargando un pez dorado en un acuario lleno de agua. Susie se tropieza frente a la profesora e inexplicablemente derrama toda el agua en el regazo del muchacho.
El niño aparenta estar enojado, pero al mismo tiempo esta diciendo dentro de si: “Gracias, Señor! Gracias, Señor!”'
Ahora, de repente, en lugar de ser ridiculizado, el niño es objeto de simpatía. La profesora lo lleva rápidamente abajo y le hace poner unos shorts de gimnasia mientras se secan sus pantalones. Todos los otros niños están arrodillados limpiando alrededor de su pupitre. La simpatía es maravillosa.
Pero como así es la vida, el ridículo que le habría tocado enfrentar fue pasado sobre alguien más: Susie. Ella trata de ayudar, pero le dicen que se quite: 'Has hecho suficiente, torpe!’
Al final de la jornada, mientras están esperando el bus, el niño se dirige a Susie y, en un murmullo dice: “Lo hiciste a propósito, verdad?”
Susie le responde, también en un murmullo: “Yo también mojé mis pantalones una vez”.
Que Dios nos ayude a ver las oportunidades de hacer bien y de ser solidarios con los que están alrededor nuestro.

LA CARRETA


Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó:
Además del cantar de los pajaros, ¿escuchas alguna cosa más?
Agudicé mis oidos y algunos segundos después le respondí: Estoy escuchando el ruido de una carreta.
Eso es -dijo mi padre-. Es una carreta vacía.
Pregunté a mi padre: ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos?
Entonces mi padre respondió: Es muy fácil saber cuando una carreta esta vacía... por causa del ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace.
Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y que menosprecia a la gente, tengo la impresión de oir la voz de mi padre diciendo: "Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace"
La humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitirle a los demás descubrirlas. Y recuerden que existen personas tan pobres que lo único que tienen es dinero.
Y nadie está más vacio que aquél que está lleno de egoísmo, de un supuesto "Mi Mismo".

LA PIEDRA DEL CAMINO


En un momento de nuestras vidas, nos encontramos con piedras en nuestro camino, esas piedras son obstáculos que tenemos que vencer y por consiguiente no llegamos a nuestras metas ni cumplimos propósitos. Las personas reaccionamos de manera diferente ante esas piedras, por ejemplo.
Algunas personas solo vemos las piedras y seguimos de paso por nuestra vida sin preocuparnos por ellas nunca.
Otras, damos vueltas alrededor de una piedra, sea grande o pequeña pero no queremos salir de ella.
Otros individuos solemos ponernos la piedra en la cabeza y no recapacitamos que es bien fácil quitárnosla de encima.
Muchos cuando vemos la piedra, solo la hacemos a un lado con el pie y no nos detenemos a pensar que puede lastimarnos un dedo.
También hay seres que a pesar de que la piedra está alejada de sus vidas, corren a traerla, es decir la hacen propia.
Existen personas que no se molestan en nada, al contrario tienden a sentarse sobre la piedra, mientras que otras brincan encima de ella; incluso algunas llenan de piedritas sus bolsas y hacen que el peso de las piedras no les permita caminar.
Si acaso tú llegaras a encontrarte con una piedra trata de trabajar en ella, conviértela en una joya, aprende la lección y cuando lo hayas logrado sigue tu camino porque en la vida te encontraras otras piedras que tendrás que esculpir hasta hacer de ellas una verdadera obra de arte.

PAN CON MANTEQUILLA



Los adultos siempre se están quejando por todo. Mi papá anoche se quejaba porque nos habían subido la renta y ya no le alcanzaba para pagar las cuentas. Mi mamá lloraba. Mis hermanos y yo, los observábamos desde las escaleras. Siempre se quejaban de nuestra pobreza y nuestras carencias.
- No veo que nos falte nada, tenemos una casa, una cama, agua y comida...- dijo mi hermano Juan.
- Es verdad- respondió mi hermana Blanca. Así, convencidos de tener la razón, nos fuimos a la habitación. Nos subimos los tres a nuestra única cama y nos acostamos.
El frío se colaba por las rendijas de las paredes de madera, pero gracias a Dios, juntos nos calentábamos unos a otros. Eso era bueno. Después empezó a llover y tuvimos que poner recipientes donde caían las goteras, pero gracias a Dios, no caían goteras sobre nuestra cama y eso era bueno también.
A la mañana siguiente, bajamos a desayunar. Mamá dijo que solo había pan con mantequilla. Ella me miraba con tristeza y le pregunté:
- Mamá, ¿por qué estás triste?
- Porque quisiera tener algo más para darles de desayunar.
- ¡Pero si a mí me encanta el pan con mantequilla, mamá!- ella sonrió dulcemente- y me lo comí hasta la última migaja.
Nos fuimos a la escuela y pasamos por un charco que había quedado de la lluvia y se nos metió el agua en nuestros zapatos rotos. Nos reímos despreocupadamente y seguimos nuestro camino. En el recreo, todos los demás niños llevaban sus frutas y sandwiches para comer, nosotros no llevábamos nada, pero qué bueno, porque así tendríamos más hambre al llegar a casa y nos comeríamos todo lo que mamá nos diera.
Salimos de la escuela y nos fuimos corriendo a casa. Teníamos mucha hambre. Llegamos directito a la mesa (después de lavarnos las manos). Mamá nos dijo muy triste, que lo único que había para comer, era pan con mantequilla.
- ¡Qué rico mamá!- y mis hermanos y yo, lo comimos felices y contentos.
Después de que hicimos la tarea, salimos a jugar. Nos divertimos mucho imaginando que los charcos eran grandes océanos y el lodo, montañas que subíamos y bajábamos con facilidad.
Llegó la hora de la cena y pude notar que mamá lloraba, al servirnos pan con mantequilla nuevamente. Entonces le dije:- Mamá, no estés triste, si a nosotros nos gusta el pan con mantequilla- mis hermanos asintieron y esa noche comimos nuestros panes con mantequilla con más ganas que nunca, para que ella viera lo felices que estábamos. Después nos fuimos a acostar y agradecimos a Dios por aquel día tan estupendo y por el delicioso pan con mantequilla.
¡Ay quien viera la vida como un niño!. Habría menos personas infelices en el planeta. Estamos inmersos en un mundo tan materialista, que no somos felices si no tenemos lo que se anuncia en la televisión, queremos tener la ropa de última moda, queremos auto último modelo, queremos tener lo último en tecnología...Codiciamos, anhelamos, envidiamos, y no nos damos tiempo para vivir y disfrutar lo que realmente vale la pena.
Los niños saben disfrutar el momento, saben usar su imaginación y encontrarle gusto a la vida. Saben disfrutar un pan con mantequilla como el mejor de los manjares, porque no están pensando en que otros tienen otras cosas mejores para comer. Saben disfrutar de un juego con solo lodo, porque no están pensado en que otros tienen juguetes de verdad. Saben encontrar lo positivo a todo.Saben encontrar lo divertido aun teniendo los zapatos rotos...
Reencontremos esa alegría de vivir de la niñez, disfrutando todo lo que Dios nos da, sin estar pensando en lo que tienen otros. Aprendamos a tomar solo lo bueno de la vida y a saborearla, aunque solo tengamos pan con mantequilla para comer. De nosotros depende convertirlo en un manjar

viernes, 27 de mayo de 2016

Turley Richards - Escuché la voz de Jesús (traducción libre) (video/audi...

UN REGALO MUY GRANDE

Comienza cuando perteneciendo a uno de esos grupos de la iglesia, organizamos un evento en donde debíamos pedir juguetes a la gente para ser regalados a los niños que no tuvieran la posibilidad de recibir regalos.  El salón se llenaba de gente para donar, mientras compartíamos chocolate y galletas yo me encargaba de recibir los juguetes y revisar la condición de los mismos y otros cantaban villancicos.
En eso, se me presenta una ancianita de edad avanzada de ropas un poco desgarradas y maltratadas por el tiempo, de olor fétido que reinaba en el salón.
- "Le puedo ayudar en algo" le dije.
- "Vengo a donar esta muñeca"
Viendo la muñeca y siendo el encargado de revisar la calidad de las donaciones, debía notar que la muñeca estaba sucia, le faltaba un ojo y tenía años de deterioro; pero comprendí que debía recibirla al ver su rostro: lleno de entusiasmo por contribuir a esta buena acción.  Tomé la muñeca y la coloqué donde estaban los demás regalos, le comenté que podía tomar chocolate caliente y galletas, pero ella salió del salón sin probar alimento alguno.
De inmediato dejé de pensar en lo que había ocurrido gracias a la cantidad de trabajo que tenía.
Días después, el día del evento llegó, la gran multitud de niños ansiosos por recibir regalos hizo que tuviéramos que formarlos uno por uno para que fueran tomando su regalito; el evento fue todo un éxito.
Al término del mismo, noté que sólo quedó la muñeca sobre la mesa de regalos.  Sin darle tanta importancia dejé que las cosas pasaran y comenzamos a limpiar y recoger todo.
A la salida, emprendí la caminata por la plaza Morelos para tomar el camión que me llevaría a mi casa, contento por la buena acción que como grupo hicimos.
Al llegar al cruce de Morelos con Juárez que es donde estaba la parada del camión, alguien me habló mientras me fumaba un cigarro.
- "Joven, joven".
Era la viejecita sentada en el piso, atendiendo  un puestecito de dulces.
- "¿Se acuerda de mí?"
-"Sí, cómo no; contesté confuso por la pregunta y aún sorprendido de encontrarla en ese lugar.
- "¿Cómo les fué, les gustó mi regalo?"  - Me dijo.
En ese momento no me dió tiempo de recapacitar sobre quién era... tenía la misma mirada que aquella noche en que me dió la muñeca.
- "¡Sí, claro! los niños se pelearon por ella, tanto, que tuvimos que sortearla para ver quién se quedaba con ella..." - le respondí.
La anciana me miró con ojos de ternura, como advirtiendo mi falsa respuesta, y con ojos humedecidos, no sé si por sentimiento o por lo frío del viento que esa noche corría en esa esquina, solamente responde:
- "Gracias, muchas gracias".
Ella siguió con su vendimia y yo aborde el camión.
Tratando de no dejar salir mi llanto, jamás la volví a ver.
Creo que ese fué el mejor regalo de aquella Navidad…..

(Escrito por  Francisco Flores)

LECTURA PARA REFLEXIONAR

LA HISTORIA DEL CARPINTERO 
Había una vez un viejo carpintero que, cansado ya de tanto trabajar, estaba listo para acogerse al retiro y dedicarle tiempo a su familia.
Así se lo comunicó a su jefe, y aunque iba a extrañar su salario, necesitaba retirarse y estar con su familia; de alguna forma sobrevivirían.
Al contratista le entristeció mucho la noticia de que su mejor carpintero se retiraría y le pidió de favor que si le podía construir una casa más antes de retirarse.
El carpintero aceptó la proposición del jefe y empezó la construcción de su última casa pero, a medida que pasa el tiempo, se dió cuenta de que su corazón no estaba de lleno en el trabajo.
Arrepentido de haberle dicho que sí a su jefe, el carpintero no puso el esfuerzo y la dedicación que siempre ponía cuando construía una casa y la costruyó con materiales de calidad inferior.
Esa era, según él, una manera muy desafortunada de terminar una excelente carrera, la cual le había dedicado la mayor parte de su vida.
Cuando el carpintero terminó su trabajo el contratista vino a inspeccionar la casa.
Al terminar la inspección le dió la llave de la casa al carpintero y le dijo: "Esta es tu casa, mi regalo para tí y tu familia por tanto años de buen servicio".
El carpintero sintió que el mundo se le iba...
Grande fue la verguenza que sintió al recibir la llave de la casa, su casa. Si tan sólo el hubiese sabido que estaba construyendo su propia casa, lo hubiese hecho todo de una manera diferente.
Así también pasa con nosotros. A diario construímos relaciones en nuestras vidas, y en muchas ocasiones ponemos el menor esfuerzo posible para hacer que esa relación progrese.
Entonces, con el tiempo es que nos damos cuenta de la necesidad que tenemos de esa relación.
Si lo pudiésemos hacer de nuevo, lo haríamos totalmente diferente. Pero no podemos regresar.
Tú eres el carpintero. Cada día martillas un clavo, pones una puerta, o eriges una pared.
Alguien una vez dijo: "La vida es un proyecto que haces tu mismo. Tus actitudes y las selecciones que haces hoy construyen la casa en la cual vivirás mañana". ¡Construye sabiamente!
Recuerda... trabaja como si no necesitaras el dinero; ama como ni nunca te hubiesen herido; baila como si nadie te estuviera observando...
Para el mundo tal vez tu seas una sola persona, pero para una persona tal vez tú seas el mundo...

(Ap. de nuestro amigo José Guadalupe Torres)