ASAMBLEA EN LA CARPINTERÍA
El
martillo reconoció su culpa, pero pidió que fuera
expulsado el tornillo: había que darle muchas
vueltas para que sirviera de algo.
El
tornillo aceptó su retiro, pero a su vez pidió la expulsión de la lija: era muy
áspera en su trato y siempre tenía fricciones
con los demás.
La lija
estuvo de acuerdo, con la condición de que
fuera expulsado el metro, pues se la pasaba
midiendo a los demás, como si el fuera perfecto.
Al final, el trozo de madera se había convertido en
un lindo mueble.
Cuando la carpintería quedó sola otra vez, la asamblea reanudó la deliberación. Dijo el serrucho: “Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero
trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en
nuestras flaquezas, y concentrémonos en nuestras virtudes”.
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba solidez, la
lija limaba asperezas y el metro era preciso y
exacto. Se sintieron como un equipo capaz de producir hermosos muebles, y sus diferencias pasaron a segundo plano.
Cuando el personal de un
equipo de trabajo suele buscar defectos en los demás, la
situación se vuelve tensa y negativa. En cambio, al tratar con
sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, florecen los mejores logros. Es
fácil encontrar
defectos—cualquier necio puede hacerlo—, pero
encontrar cualidades es una labor para los espíritus superiores que son capaces de inspirar el éxito de
los demás