En una hoja de un almanaque
parcialmente rasgada, fue posible leer una pequeña historia que hablaba de tres
hermanos de nombres extraños: No Quiero. No Puedo y Voy A Probar. Más que
nombres eran posturas ante la vida.
El primero de ellos se la
llevaba mal con el mundo. Era duro y su único punto de vista era la crítica y,
debido a eso, rechazaba cualquier propuesta que sugiriesen los otros dos. Él
era opuesto. No sabía muy bien por qué, pero estaba en contra. En realidad,
estaba en contra de sí mismo. Porque se
negaba a resolver sus problemas; ante cualquier sugerencia firmaba debajo: No
Quiero.
El segundo hermano –el del
medio- no tenía todo ese pesimismo pero tampoco asumía con determinación los
retos. Con temor de causar una mala imagen, él se excluía a sí mismo: No Puedo. Es así como su vida
transcurría en una increíble mediocridad sin sabor, sin alteraciones, ni sol.
Su auto imagen también era baja. Era evidente que no gustaba de sí mismo.
Con el tercer hermano todo
era distinto. No era mejor ni más
inteligente o más creativo que sus hermanos. Pero él se arriesgaba. A veces le
iba mal, pero eso no lo desanimaba. Como tenía una buena autoestima,
aprovechaba las malas experiencias y triunfaba.
El peor fracaso es no
intentar por miedo a fallar. Todas las personas están comprometidas en una
lucha. La victoria no siempre depende de nosotros, pero la lucha sí. Esto es lo
que le da dignidad a la vida. No debemos decir nunca “no quiero”, menos aun “no
puedo”. Ante cualquier desafío respira profundo, guarda energía, confía en Dios
y di con toda calma: ¡Voy a probar!