REFLEXIÓN

Huellas en mi Camino

viernes, 31 de agosto de 2018

Huellas en Mi camino En la Historia "UN APÓSTOL DE LA MORAL, LA FE Y EL AMOR"

EL APÓSTOL DE LA MORAL, LA FE Y EL AMOR
MONSEÑOR LUIS MARÍA PADILLA

Como canción de cuna, abrumadora sensación de despertar en la asoleada espesura del follaje, adornada por el sol, que acalora como  abrazo de gente amiga, como el canto de las aves matutinas  que  alegra el fragor de todos   los habitantes de aquel  paraíso donde hace  muchos años se dio el inicio de  la urbe de lo que es hoy esta región de Borburata, pueblo de tradiciones y costumbres donde las faenas diarias son acompañadas por cantos y espíritu de lucha, tierra de gentes curtidas por el sol y  sudor, un solaz donde  vio pasar su vida postrimera un hombre de alma grande, de natural sencillez como lo fue Luis María Padilla, conocido como el Padre Padilla.  Hombre que entregó su vida por  el beneficio  espiritual, moral y social  de su pueblo, siguiendo los principios filosóficos de la iglesia.  Monseñor Padilla, nació en el distrito Montalbán del estado Carabobo, era el tercer hijo de Sebastián Padilla, y Brígida de Padilla, cursó estudios de primaría con los maestros Francisco González y Ramón Eugenio Flores, para luego ingresar a la edad de catorce años al seminario, en la ciudad de Caracas, culminando su carrera Eclesiástica el 20 de agosto de  1928, siendo ordenado por Monseñor Salvador Montes De Oca.  En la carrera del Sacerdocio estuvo en San Carlos, Montalbán, Nirgua, la Candelaria, Miranda Tocuyito y por último fue capellán de la Base Naval Agustín Armario con los grados de Teniente de Navío y Capitán de Corbeta.  El Padre Padilla fue un hombre conocedor de la filosofía y las letras culto e incansable luchador por el amor y la fe en Cristo, hombre que sustentaba el cambio social en la base de cultivar el espíritu que era capaz de transformar al mundo.  Hombre de razonamiento amplio devoto de la justicia, luchador incansable por la unidad moral del pueblo,  abrazando una vida de trabajo y sacrificio, en pro del prójimo.

En el año de 1960 fue nombrado por el Papa Juan XXIII miembro de la familia Pontificia, recibió la orden del Libertador en el grado de Caballero, como también  la orden militar Rafael Urdaneta en segundo grado y tercera clase, como muchas otras en reconocimiento, al ser y a Dios visto en aquel hombre lleno de humanidad.

UNA EXPERIENCIA PERSONAL.

En una oportunidad, cuando apenas cursaba estudios de bachillerato, un grupo de compañeros de estudios, que pertenecíamos al  grupo de oración que funcionaba en el colegio donde     estudiábamos      ( Colegio Parroquial Carabobo Fundado y dirigido por Monseñor Lucio  E. Crespo y Sor Pilar Chozas), fuimos invitados por la señora Norma de Ramírez a hacer una jornada de evangelización en Borburata, el objetivo era de preparar a los jóvenes para la semana santa.

Llegamos muy temprano en horas de la mañana, fuimos recibido en la casa parroquial guiados por la señora Norma Padilla de Ramírez, y su hijo Tulio.  Cerca de la capilla de estilo colonial, acogedora con el olor característico al incienso, que se mezclaba con la humedad y el canto de los pájaros hacia un cuadro bastante pintoresco, no cabía dudas de la presencia de Dios en aquel Lugar, de pronto un hombre bastante mayor de sotana negra que arrastraba sus zapatillas buscado una mecedora para reclinar los años,  llamó mi  atención, me acerque y con voz tímida pero decidido.
- ¡Buenos días Padre!-, Sus ojos buscaron en la lejanía, con un brillo muy especial, -¡Buenos días ¡- contestó, pregunté enseguida -¿Es Usted el párroco de este Pueblo?,-  Con la pausa característica de una persona donde la paz es la razón contestó -¡Si!-,  me quedé prendado de aquel abuelo cura y me senté a sus pies mirándolo a los ojos, como buscando una respuesta dentro de mí, había algo en aquel hombre que me abstraía de toda realidad, de repente exclamé -¡claro Ya sé quien es Usted!-, -En la casa de Tulio, Usted es el que aparece en la foto-, -¡el que  sostiene en sus brazos a un soldado, en medio de una revuelta!-, en ese momento me interrumpe y dice -¡revuelta!  ¡Si como no! Aquello fue un infierno donde muchos inocentes perdieron la vida, eso fue en la Alcantarilla y lo llamamos “El Porteñazo” Los rebeldes no permitían que ayudáramos a los heridos y los soldados caídos permanecían por muchas horas tirados en la calle, algunos se desangraban-, el Padre  parecía  recordar los tristes episodios, y continuó diciendo, -hacían fuego cada vez que se intentaba rescatar a un herido o un cadáver-, !Suspiro¡- Recuerdo a un niño no mayor de 10 años, sobre su pecho permaneció un pajarito o lorito por muchas horas y solo se separó de su dueño cuando recogieron el cadáver-.

Hace una pausa  y exclama. 

-¡Yo lo recogí herido pero lo remataron en mis brazos!-.

 Se le quiebra la voz como buscando  una oración mirando hacia el techo de aquella casona vieja que le servía de hogar, pero llena de historia y sentimientos guardados en aquel corazón cansado de ver muchas injusticias.  -Con mucha dificultad se levantó de la mecedora y se metió, no sin antes darme la bendición, me quedé prendado. Y maravillado de aquel hombre de Dios-.

LA FE ES UN TONIFICANTE.

La fe ensancha los límites del pensamiento y la razón, encaminando al espíritu por el sendero de la justicia hoy el hombre a través de la tecnología busca dar respuesta sobre el universo y darle  el poder al hombre, pero la fe lo sitúa a la vista de Dios, por todo esto creo que aquel hombre  envejecido por el tiempo, pero no cansado, que se me permitió conocer, dejaba entrever en sus palabras que “ la moral es una aspiración de todo ser que ame, y por lo tanto es el camino que el mundo debe seguir.  No se ufanaba por su hazaña del Porteñazo, ni tampoco se mostraba  prepotente, más su rostro  reflejaba calma, y algo de tristeza brotaba a través de su mirada, un sabio que contaba historias reales llenas de sabiduría de la vida.

“Cuando cada Hombre ame a su prójimo, como así mismo, la perfección  social quedara consumada”    

Monseñor Padilla.
     

Por Luis J. Hernández

El Cabo 2do de la Infantería de Marina Sequera a punto de fallecer y suplicante falleciendo segundos después agarrado de la sotana del padre sus últimas palabras fueron: 

"Ayúdeme padrecito, perdóneme por matar a mis compañeros de armas, Dígale a mi mamá, cómo morí "

2 comentarios:

  1. Una hermosa experiencia, y si pues de es propósito divino amarnos los unos a los Dios, ,, es segundo mandamiento, ,,gracias por compartir, vivir lo dejó su huella

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  2. Extraordinaria experiencia!!!! Llena de realidad y sentimientos,,, ,, y pues si que se cumpla para gloria de Dios el segundo mandamiento

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